Tuesday, June 19, 2007

Sin perdón

Se puso el pasamontañas y giró la esquina.
Paso firme y decidido, no tenía problemas en ir empujando a toda la gente con la que se cruzaba por la calle. Sacó la pistola y le quitó el cargador, lo cogió en la mano y lo guardó, cambiánolo por uno lleno.
Siempre igual, siempre el mismo trabajo, una llamada a cualquier hora del día o de la noche. Es ella. Un nombre, una cara, un recuerdo, y un trabajo sucio.
Claro que ella también tiene sus trabajillos, pero estaba claro quién se llevaba la mayor parte. Por lo menos estos clientes eran los más agradecidos y los que menos problemas daban.
El cargador hizo el agradable clack habitual. Nada diferente, siempre la misma rutina. Le gustarían unas vacaciones, pero estaba en ese tipo de negocios en los que las vacaciones no estaban permitidas. Uno no sabe lo que se puede encontrar si vuelve, si es que vuelve, claro.
Visualizó a la víctima: estaba rodeada de un grupo de personas, que la observaban.
Blanco fácil.
Quitó el seguro y metió la primera bala en la recámara, mientras avanzaba con el mismo paso. Un pie primero, otro después, con un ritmo perfecto, sin apresurarse al acercarse al anciano tendido en el suelo, que de repente se giró y vió venir su final.
Su cara de horror no cambió nada. Los lloros, lamentos y la agonía interior tampoco. Mientras se alejaba dejando tras de sí un cadáver y una sirena sonando de fondo, mientras enfundaba el arma, sólo una cosa le quedaba clara: la Edad no perdona.

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